será un mando en las sombras sin protagonismos innecesarios
España asume desde el 1 de enero la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea. Es su cuarto mandato. Pero esta vez, y no es un tópico, debería ser distinta. La clave, como de todo a partir de ahora, es el Tratado de Lisboa.
La nueva base legal no acaba con el mareante mecanismo de presidencias rotatorias -como habrían querido los cabizbajos federalistas europeos-, pero les asigna un papel mucho más discreto.
Fin de los ejercicios de liderazgo continental protagonizados por los Nicolas Sarkozy, Angela Merkel o Tony Blair de turno, cuando el azaroso calendario ponía en sus manos el cetro comunitario.
El nuevo Tratado crea en su lugar un presidente permanente del Consejo Europeo, cargo que ejercerá desde el mismo 1 de enero y durante dos años y medio Herman Van Rompuy.
En la sombra
Será el belga, y no el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien convoque y conduzca las cumbres europeas, quien redacte y exponga al mundo sus decisiones.
Con la misma lógica, las citas de ministros de Exteriores serán presididas por la nueva alta representante, Catherine Ashton, y no por el titular español, Miguel Ángel Moratinos.
¿Será entonces la española una presidencia en la sombra, a mayor gloria de Van Rompuy? Eso sugieren las nuevas reglas de juego.
Pero en la UE , una cosa son las reglas y otra la práctica. Dirigir el bloque regional más poderoso del mundo es una tentación golosa para cualquier mandatario y el bajo perfil del tándem Van Rompuy-Ashton aconseja esperar antes de dar por enterradas a los presidencias de turno.
Europeísta, no nacionalista
Anticipándose al debate, el propio Rodríguez Zapatero ha prometido discreción y asegurado al ex primer ministro belga que no piensa robarle protagonismo. "La española será un presidencia europeísta, no nacionalista", ha asegurado Moratinos.
¿Qué le queda a España? Dirigir el resto de formaciones del Consejo, por lo general, más técnicas que políticas. Aunque algunas sean muy poderosas, como el Consejo de Economía y Finanzas o el de Asuntos Generales.
Además del papel de anfitrión -nunca banal, en diplomacia- en las cumbres que se celebren en España. Algunas de altos vuelos, como las que reúnan a los líderes de la UE con los de Estados Unidos, América Latina, o los países del Mediterráneo.
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