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jueves, julio 12

AVATAR II, le llama Harold Olmos a la odisea de los habitantes del TIPNIS que caminaron a pie 600 kilómetros en el frío y el calor, la lluvia y la nieve y que son postulados, con todo merecimiento al Nobel de la Paz. Mensaje al Comité en Oslo

Los TIPNIS han empezado esta semana su retorno a los parajes de la selva amazónica de los que partieron del 27 de abril y para llegar a La Paz dos meses más tarde. En las dos semanas de permanencia en la capital política del país, se enfrentaron varias veces con la policía, que los gasificó con eficiencia e impidió que ingresaran a la Plaza Murillo. El gobierno rehusó recibirlos. En contraste con la firmeza policial de negarles acceso a la principal plaza pública del país, ganaron la simpatía del país, especialmente de la población paceña, que otra vez les brindó solidaridad y les mostró que no están solos en su lucha por la protección del parque que ha marcado los sentimientos de los bolivianos.

El repliegue supone concentrar fuerzas dentro de su hábitat para oponerse y resistir a la consulta que pretende realizar el gobierno para lograr la aprobación a su decisión de partir el TIPNIS en dos con una carretera reclamada principalmente por los cocaleros.

La actitud estoica de los marchistas, que en una “larga marcha” atravesaron más de 600 kilómetros y que de 500 participantes llegaban a 1.500 al entrar a La Paz el 27 de junio, ha sido una epopeya de Bolivia en el Siglo XXI. La resistencia que anuncian se compararía  a un Avatar II, una versión de las películas más taquilleras del mundo.

He escuchado que la lucha de estos hombres de la selva será postulada al Premio Nobel de la Paz. Esa lucha difícilmente podrá ser ignorada por los jurados del Nobel, que tendrán una causa universal por la naturaleza conducida con métodos pacíficos. Los marchistas colocaron la otra mejilla cuando la fuerza pública del gobierno los agredió en Chaparina, en septiembre del año pasado, cuyo epílogo fue un acuerdo por cuya vigencia se movilizaron en una nueva marcha este año. O también cuando autoridades y parte de la población de San Ignacio de Moxos  alambraron la ciudad para impedirles entrar y reclinar la cabeza para reposar. O cuando la policía volvió a reprimirlos y al gas lacrimógeno agregó gas pimienta (“sólo unos gramos”), dijo el comandante de la policía. Pero también tuvieron momentos en que la solidaridad los arropó y pudieron celebrar, como cuando esta semana Trinidad se detuvo en un homenaje silencioso a los marchistas asediados por la fuerza pública.

Los TIPNIS están de retorno, pero tengo la sensación de que su partida es sólo un hasta luego.

(ANF)

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