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sábado, agosto 29

hay dolor. hay impotencia ante el horror de cada dia. descripción lacerante de El Deber de lo que ocurre en una Bolivia sin protección y frente a una "inseguridad ciudadana simplemente inadmisible. drama, dolor, luto y desesperación.

La comunidad cruceña parece no tener sosiego. Se acuesta y se levanta atormentada por la secuencia de sucesos escabrosos, trágicos y violentos que reflejan, entre otras cosas, una acelerada descomposición social en medio de una permanente sensación de inseguridad que tiene a los ciudadanos viviendo en ascuas. Entre otros hechos, se han vuelto parte de la cotidianidad los asaltos a mano armada perpetrados por delincuentes despiadados que no vacilan en accionar el gatillo o la navaja frente a sus desprevenidas víctimas. Como lo hicieron con una jovencita que perdió la vida al intentar defender a su progenitora, que quedó gravemente herida. Casi al mismo tiempo se producía una tragedia vial sobre la ruta al norte donde un conductor del transporte público, en estado de ebriedad, provocó una triple colisión de vehículos que causó la muerte a tres personas.

Parte del horror cotidiano representan los casos de feminicidio o de agresiones y violaciones contra menores de edad, como el de la pequeña vejada sexualmente por su propio padre y que, además, desnudó el drama de una familia atrapada por la miseria en un bus chatarra que les servía como vivienda. No menos terrible y patético fue el desenlace de la actitud de un adolescente que, con disparos de escopeta, puso fin a la vida de su padre y de su hermano menor por supuestos desafectos familiares.

En definitiva, desde hace tiempo, estremecedoras muestras de horror desgarran a diario la sensibilidad ciudadana porque sujetos de la peor calaña son capaces de desatar sus instintos criminales en un medio social en el que la vida humana parece haber perdido por completo su valor. De acuerdo con criterios sociológicos, las conductas criminales están influidas por perturbaciones de la personalidad del individuo, por fallas en la educación y por la ausencia de valores y afectos en el ámbito familiar. Un criminólogo cita los niveles de pobreza, la falta de oportunidades, la carencia de valores y el consumo de alcohol y drogas como los problemas estructurales del delito. Las personas que se involucran en hechos violentos e indignantes, como los antes referidos, llenan sus vacíos emocionales y económicos delinquiendo. El alarmante incremento de violentas pandillas juveniles que asuelan a los vecinos con sus malandanzas es otra señal inequívoca de la descomposición social.

En nuestro diverso y complejo conglomerado social también se echan en falta la educación en valores y políticas de prevención del delito, además de mayor presencia policial para reducir los efectos de la inseguridad que hace percibir a los bolivianos que viven en el desamparo

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