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martes, abril 29

significado de dos papas, en dos momentos diversos su rol histórico y político...a la par que proclamó a Juan el Bueno, y Juan Pablo el viajero, unión a Benedicto XVI y Francisco en el Vaticano

La canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II representa, qué duda cabe, un punto de inflexión para la gestión del papa Francisco al mando de la Iglesia católica. Fundamentalmente porque ambos papas, con visiones diferentes del mundo, señalan buena parte del camino que él quiere recorrer para restaurar al catolicismo en una sociedad que enfrenta fuertes transformaciones. Se trata de hombres del siglo XX cuya obra pastoral y humanitaria contiene valores centrales para avanzar en este contexto social y político cada vez más desafiante del siglo XXI.


Juan XXIII, bautizado como el ‘papa bueno’, impulsó con mucha claridad las reformas de fondo que una Iglesia anquilosada requería para ponerse a tono con la modernidad, sin dejar de fortalecer los cimientos profundos del cristianismo. Fruto de esa reflexión fue el Concilio Vaticano II, que entre 1962 y 1965 sentó las bases de una Iglesia a tono con los cambios sociales y políticos contemporáneos. Juan Pablo II, el ‘papa viajero’, por su indiscutible carisma y su enorme vocación pastoral, representó esa Iglesia que no se queda en los oropeles de los templos, pero que sale al encuentro de creyentes y no creyentes hasta los últimos lugares donde habitan en este mundo marcado por la guerra, la desigualdad social y la ausencia de dios en la vida del hombre.

Estricto en materia doctrinal y militante en su lucha contra el sistema comunista, el polaco Karol Wojtyła marcó a fondo los destinos del catolicismo en sus fundamentos más tradicionales.

Con la canonización del domingo, el papa Francisco recupera los valores y la visión de ambos líderes religiosos, entre la reforma y la tradición, para encarar los cambios que la sociedad está esperando de la Iglesia en el siglo XXI tal como reclamaba el inconcluso Concilio Vaticano II.

Más allá de los milagros, los santos son aquellas personalidades que muestran, además, un camino de crecimiento en el plano espiritual para sostener una relación con lo divino. Aunque se trata siempre de una opción personal, la santidad es una propuesta que la Iglesia católica plantea a todos para ser más sensibles a las necesidades de los otros, más responsables con las normas sociales y más permeables para con el mensaje de Jesucristo, que, en última instancia, se plantea como el mayor de los modelos espirituales.
Juan XXIII y Juan Pablo II nos llaman a la santidad, no para llenar velas en los altares, sino para actuar como cristianos comprometidos con el bien común y con los valores fundamentales del cristianismo.

Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero

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