Después del acuerdo con Sean Penn, el Ministerio de Gobierno arrestó y puso en prisión a la mayoría de la personas consignadas en la lista que Jacob Ostreicher había proporcionado al actor norteamericano, el siguiente paso a favor de aquél fue la concesión de la detención preventiva en su domicilio, solicitud que hasta entonces había sido constantemente rechazada por el juez de la causa, durante los casi dos años transcurridos desde la iniciación del juicio hasta la llegada a Bolivia del “padrino gringo”, contratado para el efecto por la comunidad israelita de Nueva York.
Lucho de la Reza desde LT retrata el calvario de Ostreicher hoy en USA |
Por un tiempo Ostreicher fue figura de muy frecuente aparición en periódicos y en televisión, siempre quejándose porque algunos de los señalados por él como importantes miembros del “equipo extorsionador” se encontraban aún en libertad: “ El Dr…. ¡¿Por qué no está en la cárcel!?” era su eterno estribillo (donde la única variación estaba en el nombre del denunciado), cada vez que la prensa indagaba sobre su situación legal “after Sean Penn”. Este permanente reclamo ocasionó la detención de algunos otros presuntos agentes del chantajes, que pese a figurar en la lista entregada por Penn, no habían sido aprehendidos en la primera redada.
Todas estas medidas crearon grandes esperanzas a nuestro frustrado inversionista de que todo marcharía sobre rieles para él en el futuro, al punto de adquirir la certeza de una pronta resolución judicial favorable, que le permita recuperar tanto su plena libertad, cuanto la totalidad de la considerable suma que trajo para invertir en el país, seducido por la irresistible elocuencia de un discurso de Evo Morales relativo a las irrestrictas garantías que su Gobierno otorgaba a quienes venían a invertir en Bolivia en cualquier tipo de empresa.
Poco tiempo tomó a Ostreicher darse cuenta de que nada de favorable iba a ocurrir para él en el proceso penal que se le seguía, una vez que el “desfacedor de entuertos” (Sean Penn) abandonó el país dejándolo librado a su suerte. El sumario penal iniciado contra él por los delitos de “vinculación con el narcotráfico”, “lavado de dinero” y “legitimación de ganancias ilícitas”, gracias a los que pasó casi dos años en la cárcel de Palmasola, no avanzó casi nada y en cuanto a la recuperación de los $us. 25.000.000 (veinticinco millones de dólares) que dijo haber internado en el país, ninguna autoridad pudo dar la menor razón del destino final de tan cuantiosa suma. Su agudo olfato y su instinto hicieron ver a nuestro hombre que gran parte de su dinero había caído dentro de faltriqueras demasiado amplias y profundas, como para abrigar la menor esperanza de que algo pudiera todavía emerger de tan insondables abismos.
A esto se agregó el tono de manifiesto disgusto en que Presidente y Vice se referían a su asunto cada vez que los medios de prensa los obligaban a referirse al mismo; ambos mandatarios insistían que el “supuesto inversionista” debía dedicar más tiempo e interés a demostrar el origen lícito de ese dinero, del que destinaba a luchar por su devolución. Se olvidó muy rápido que Ostreicher recibió los fondos mediante giros de bancos suizos al Banco Central de Bolivia y que la Policía de aquel país certificó que ninguna de las sumas remitidas por los organismos financieros helvéticos presentaba la más ligera señal de tener vinculación alguna con el narcotráfico y/u otra actividad ilegal.
Todo el entorno se había tornado súbitamente hostil para el norteamericano, por su exorbitante pretensión de recuperar los $us 25.000.000 (veinticinco millones de dólares) o cuando menos una parte significativa de esa suma. Si bien en principio tenía resuelto no salir del país sin llevarse todo o una buena porción de su capital, las poco tranquilizadoras señales que llegaban a él de todos lados, forzaron reconsiderar la decisión y juzgar más seguro y conveniente retornar a Estados Unidos y desde allá, sin peligro alguno, utilizar a fondo todos los medios de influencia y de presión a su alcance para que el dinero “desvanecido” vuelva a sus manos.
Sólo el tiempo confirmará o destruirá esta hipótesis, que como tal está basada exclusivamente en presunciones y/o indicios, a los que a falta de información oficial seria nos vemos obligados a recurrir.