Mientras en todo Bolivia se preparaban concentraciones pacíficas para exigir el respeto a la voluntad popular expresada el 21 de febrero de 2016, el Presidente del Estado, foco de la polémica por su terquedad en aferrarse al poder, jugaba fútbol de salón en el flamante coliseo de Matarani, en Cochabamba.
El personaje que es el centro y el origen de la controversia política y ética se mantiene alejado de la sede de gobierno y se hace "el sueco”, como se dice popularmente.
Por su actitud desinteresada pareciera que no tiene nada que ver, que todo lo que sucede a su alrededor le resbala, como pescado lucio. Cuando le conviene es un turista en la política boliviana e internacional.
Nuestro "sueco” criollo no pisa tierra fácilmente, prefiere volar para no quedar salpicado por los escándalos cotidianos. Sin embargo, si uno se remite a los hechos ocurridos, el Primer Mandatario tiene todavía mucho que responder, porque cada vez que abre la boca se va por la tangente, se contradice o deja mal parados a sus ministros que dicen algo distinto en su afán de protegerlo.
Los hechos ya son de conocimiento público: 1) tuvo como amante durante varios años a Gabriela Zapata, según él mismo admitió luego de mucho forcejeo y desmemoria; 2) firmó como padre el certificado de reconocimiento de un hijo al que nunca se molestó en conocer, ni vivo ni muerto; 3) Zapata usó su relación con Morales para obtener contratos del Estado por 560 millones de dólares para la firma china CAMC; 4) ella no fue la única que se enriqueció con los porcentajes que recibía de los contratos directos sin licitación; 5) varias reuniones y transacciones se hicieron en oficinas de Juan Ramón Quintana, entonces Ministro de la Presidencia, con quien Zapata intercambió mensajes reveladores de su relación íntima; 6) la firma CAMC no tenía capacidad propia para ejecutar ninguna de las obras contratadas, era una fachada; 7) el tráfico de influencias en favor de CAMC salpicó a los niveles más altos del Gobierno.
Como sucedió con Santos Ramírez, otro personaje muy cercano al presidente, encarcelado por corrupción, las evidencias aplastantes hicieron que Zapata fuera a la cárcel, pero como ella sabe quiénes están implicados en los contratos, negoció hábilmente una salida a mediano plazo. Ya le retiraron los cargos de tráfico de influencias, como si 560 millones de dólares fueran una bicoca.
Y le escribieron un nuevo guión de telenovela que transmitió ATB para exculpar a los socios del Gobierno e implicar a la oposición.
El tiro salió por la culata: una entrevista sin entrevistador, un contrato "confidencial” trucho y un montaje grotesco que salta a la vista y hunde aún más en el lodo al Gobierno, a las canaletas de televisión controladas a través de palos blancos y a Zapata, que es la que ya menos importa a estas alturas por su calidad de títere.
Tan bochornoso es el nuevo guión como la actuación lacrimosa de Gabriela Zapata, que no ha convencido ni siquiera a miembros del propio Gobierno. Se dispararon en el pie creyendo que era el enemigo. La torpeza de los autores intelectuales del video, Hugo Moldiz y Raúl García Linera (hermano y socio del Vicepresidente) sorprende a propios y extraños, de nada sirve el entrenamiento de Moldiz en Cuba y el asesoramiento del G2 cubano. En ese quinto piso que ocupan en un edificio de La Paz, con otros empleados que juegan a los espías, lo que más escasea es la inteligencia.
Por todos los medios el régimen continúa con la estrategia de desviar la cuestión hacia el supuesto hijo de Morales y Zapata, un hijo que tiene certificado de nacimiento legal, pero no de defunción. Un hijo reconocido en declaraciones públicas por el Presidente y por el Vicepresidente, pero que ahora "nunca existió”. Con esa maniobra de distracción nos quieren alejar de las preguntas no respondidas hasta ahora: ¿Quién puso su firma en los contratos de la CAMC? ¿Quién autorizó la contratación directa, sin licitación? ¿Hasta qué punto está implicado el propio Evo Morales en la corrupción?
Las masivas concentraciones del #21F por el respeto a la voluntad democrática mostraron que el país ya no le teme a un presidente tan mediocre como mentiroso, y a un gobierno cuya millonaria campaña electoral permanente no convence ni a sus propias filas.
Alfonso Gumucio Dagron es comunicador social, experto en comunicación para el desarrollo.