Hace pocos días, el pasado 23 de agosto, se ha conmemorado el 25 aniversario de la apertura al mundo de la World Wide Web, la red Internet.
Desde una perspectiva histórica, 25 años son una insignificancia. Pero vistos con los ojos de las actuales generaciones, lo ocurrido desde el 23 de agosto de 1991 equivale a poco menos a toda una era. Es que ese día se marcó una línea divisoria entre un antes y un después.
La historia de Internet y el proceso que condujo a darle la forma WWW es de por sí fascinante, pero lo es más aún su impacto en el presente y su proyección hacia el futuro.
Se ha dicho, y no es una exageración, que desde que el 23 de agosto de 1991 el ingeniero británico Tim Berners-Lee subiera a Internet la primera página web, el mundo y la vida cotidiana de toda la humanidad comenzó a cambiar a un ritmo vertiginoso y no hay sociedad humana, incluso las menos conectadas la red de redes, que de un modo u otro, para bien o para mal, no haya visto transformada su forma de trabajar, aprender, enseñar, entretenerse y, en fin, vivir.
Bolivia no es una excepción ni mucho menos. Sin embargo, y muy a pesar de lo presente que Internet está en nuestras vidas, es también cierto que nuestro país se destaca por ser, con los más pobres países africanos, uno de los que menos se ha adaptado y peor ha asimilado las nuevas tecnologías. Así lo demuestra, entre muchos otros indicadores, como el segundo país con peor calidad de conexión digital, medida ésta en términos de velocidad pero también de acceso per cápita. Eso significa que con cada año que pasa crece la brecha digital que nos separa del resto del mundo.
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